Espejismos, por Elena Sánchez

Espejismos

La crisis del Covid-19 nos ha hecho tomar conciencia, de un plumazo, del escaso éxito que pueden tener los esfuerzos y las acciones individuales, si no se apoyan en la acción conjunta de muchas personas y en una red más amplia de cuidados y protección. La quimera de que podemos garantizar nuestra seguridad —y la de los nuestros—, privilegiando únicamente nuestro bienestar e iniciativa individual ha quedado en entredicho.

Si algo tiene de diferente el comienzo de esta crisis es que nos toca a todos al mismo tiempo: a la clase política, a los empresarios, a los trabajadores precarios, a pymes y comercios, a la industria, al turismo, a las familias, a las grandes potencias y economías. Todos estamos expuestos a los efectos físicos y económicos del Covid-19. Por eso las instituciones y la ciudadanía apelamos a la solidaridad y a la unión colectiva, a la necesidad de reunir esfuerzos y de colaborar, dejando a un lado el bienestar individual. Es nuestra principal medida de protección. Dependemos de las acciones, del esfuerzo y del compromiso mutuo. Aunque esto no sea nada nuevo, es algo que estamos acostumbrados a ignorar.

Hemos sido testigos, en los primeros días de esta crisis, de los desplazamientos de una parte de la población a sus residencias de verano, con el consiguiente riesgo para la población de estas localidades. ¿Cómo explicamos qué, pese a las advertencias y recomendaciones sanitarias que aconsejaban lo contrario, hayamos decidido seguir viajando pensando que esto redundaría en nuestra comodidad? Podemos atribuir estas salidas a la inconsciencia, el egoísmo o a la falta de responsabilidad de quienes han elegido y podían desplazarse. Pero si hiciéramos un estudio caso por caso,  encontraríamos que muchas de las personas que han actuado así no se caracterizan por mantener una actitud irresponsable y despreocupada en su día a día, ni por la falta de atención y cuidado hacia su entorno próximo. Incluso, no dudo, que encontraríamos personas solidarias. Por eso, voy a optar por otra hipótesis, la de un espejismo que solemos compartir: confiamos en que las circunstancias personales que más nos favorecen, y en las que nos apoyamos con frecuencia,  juventud, riqueza, estatus social,  contactos, conocimiento…son nuestro salvoconducto para escapar de las situaciones desfavorables, en las que  otros quedan atrapados.

Es probable que quienes comenzaban el confinamiento viajando a sus segundas residencias lo hacían al amparo de este espejismo: ellos podían escapar del mal trago de un confinamiento prolongado y del riesgo de contagio. ¿Y por qué no hacerlo?

Diría que es también este espejismo el que lleva a la familia Park, protagonista de la oscarizada película “Parásitos”, a organizar una fiesta en el jardín de su casa, después de que las lluvias torrenciales hayan dejado sin hogar a muchos de sus conciudadanos. Quienes han visto la película, conocen el desenlace. La angustia, el caos y la desgracia que se vive fuera, acaba entrando en casa de esta familia adinerada.

Según el criterio de cada espectador, el origen de las desdichas de los protagonistas de este film, estaría en la maldad y la pillería de unos; en el abuso, la indiferencia y el egoísmo de  otros; o en los conflictos sociales que genera la desigualdad. En nuestro caso concreto, no hay duda del origen de nuestros males a día de hoy: Covid-19. Es este virus el que ha hecho despertar nuestra conciencia colectiva.

De la última crisis económica, la del 2009, salimos con la conciencia individual reforzada. Ante la falta de expectativas laborales, la cultura del emprendimiento —basada en sobrevalorar las expectativas positivas, asumir riesgos y abandonar nuestra zona de confort —, estimuló y todavía lo sigue haciendo, una confianza desmedida en nuestra propias posibilidades y en nuestra capacidad individual, negando que también dependemos de los recursos y las posibilidades de un tejido social más amplio, para que nuestros esfuerzos sean fructíferos.

Me preguntó qué pasará cuando todo esto pase y el origen de nuestro males sea otro distinto al Covid-19, y nos toque, una vez más, preservar  nuestros intereses individuales. ¿Volveremos al punto de partida? ¿Seremos capaces de seguir alimentando la conciencia colectiva que estos días ha despertado? ¿O habrá sido todo un espejismo?

 

 

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